El Cuaternario es el tiempo geológico en el que colabora y coordina la Geología con otras ciencias naturales cercanas, tales como la Paleontología, Ecología y la Climatología. Los avances obtenidos en estos campos son visibles, particularmente para el Holoceno y su importancia se expresa en numerosos estudios sobre el cambio climático global para entender cómo puede afectar al planeta en su conjunto y cómo prevenir sus impactos. Los depósitos fluvio-lacustres y en particular los humedales, se destacan por constituir una herramienta útil en la reconstrucción de las condiciones ambientales de determinados intervalos del Cuaternario. Para ello, se puede utilizar la evidencia registrada en sus sedimentos y que incluye numerosos restos fósiles como el polen, esporas, macrofósiles de plantas (frutos, hojas, restos de madera, etc.), invertebrados (insectos, ostrácodos), entre otros restos, que actúan como indicadores biológicos (proxies) en las reconstrucciones ambientales. Las investigaciones realizadas a partir del uso combinado de diferentes tipos de fósiles representan una oportunidad única que contribuye a interpretar el origen y la distribución espacial de la biota moderna, así como la determinación de las características paleoclimáticas y paleoecológicas reinantes durante el Cuaternario. Además, las distintas líneas interactúan entre sí, debido a que la taxonomía de los fósiles y sus aplicaciones trascienden más allá del momento que ocuparon durante la historia geológica de nuestro planeta. En la Argentina, la Mesopotamia es una región ideal para realizar investigaciones multidisciplinarias en el campo de las reconstrucciones ambientales y climáticas ya que ofrece extensos depósitos geológicos fluvio-lacustres, palustres y paleontológicos cuaternarios. En esta región, los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay construyeron ambientes sedimentarios caracterizados por la formación de fajas aluviales y humedales, que conforman las diferentes unidades geológicas cuaternarias.